Nuestro país se posiciona, desde hace años, entre los cinco principales productores orgánicos del mundo y las estadísticas señalan que en el año 1999 los exportadores de estos productos conformaron el sector de mayor crecimiento económico en Argentina.

La provincia de Córdoba, cuenta con un pequeño pueblo que se ha transformado en referente de la agricultura orgánica, aunque esta forma de producir alimentos, libre de contaminantes y generadora de cuantiosa mano de obra no logra transformarse en una opción al alcance de todos los argentinos.

La revolución industrial irrumpió con la industrialización de la agricultura y con ello, la producción de la química agrícola, produciendo fertilizantes, insecticidas y fungicidas, interviniendo en la estructura del suelo y en la nutrición de los animales de granja, con una fuerte impronta en los años´60, a partir de la “revolución verde”. Una segunda revolución agrícola-ganadera se desató con los adelantos científicos de la década pasada, relacionados con la mejora vegetal y la genética que hoy representan una multiplicación incalculable en la productividad agrícola y en la cría de animales.

Sin embargo, la vertiginosa carrera del consumo desenfrenado y los límites naturales del planeta pone bajo la lupa la ambición desmedida por aumentar la producción a cualquier precio.

Myriam Arborno es docente en la cátedra de Sistemas Agropecuarios de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y trabaja en un equipo de investigación llamado AGRODIVERSIDAD que acompaña a medianos productores llevando adelante ensayos para mejorar lo que, técnicamente, se denomina la “transición”. Con ello, buscan que “los productores abandonen el monocultivo e incorporen condiciones biodiversas a la producción, con un enfoque más ecológico”, explica la agrónoma de la UNC. La preocupación se generaliza en torno a la producción sojera, como paradigma de un modelo de generación de riqueza inmediata que utiliza organismos genéticamente modificados, plaguicidas altamente venenosos, agotamiento irremediable del suelo utilizado y empleo de poca mano de obra.

A pesar de este panorama, nuestro país, es el principal productor mundial de manzanas y peras orgánicas, uno de los más importantes productores de miel, cítricos, soja, maíz colorado, girasol, cebollas y carne orgánica y los destinos de las exportaciones son Europa y Estados Unidos.

LA SOBERANÍA ALIMENTARIA

La soberanía alimentaria se refiere al derecho que tiene una nación de abastecer en cantidad y calidad de alimentos a toda su población, utilizando al máximo todas sus condiciones agroecológicas para que le permitan producir comestibles suficientes para garantizar una dieta equilibrada. “Esto -dice Arborno- se relaciona con lo que se hace en el marco político-económico de un país y en la existencia de un equilibrio entre el mercado interno y el externo. En los países que priorizan el autoabastecimiento y la soberanía alimentaria solo se exporta el excedente de la producción agropecuaria pero éste no es el caso de nuestro país– aclara la especialista- porque nuestros gobiernos privilegian la exportación de alimentos dejando a parte de la población sin la garantía de buenas condiciones de alimentación.”

La agrónoma menciona el concepto de seguridad alimentaría, relacionado con la calidad de los alimentos –sus características bromatológicas y el origen de los mismos- que las personas pueden adquirir: “Allí empieza a tallar lo relacionado con la agricultura orgánica que es una forma de producir alimentos sin la utilización de agroquímicos -casi todos derivados del petróleo- y, en su reemplazo, se utilizan insumos biológicos provenientes de la propia naturaleza”, dice Arborno. Los productores orgánicos señalan que esta forma de producir alimentos “es una cuestión de conciencia” además de un proceso educativo donde se aprende a leer el paisaje y a entender lo que dice el campo, para aplicar distintas técnicas naturales y respetar la tierra.

Para Carlos Zárate, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la seguridad alimentaria está incluida en el aspecto educativo de programas que desarrolla el organismo nacional y “tiene que ver con el derecho que la gente tiene a elegir su propio alimento y a desarrollar sus costumbres alimentarías.”

Myriam Arborno, refiere que “dentro de la agricultura orgánica suelen encontrarse diferentes variantes y nosotros, desde la Universidad Nacional de Córdoba, trabajamos desde un enfoque integrador al que llamamos agroecología y con esta perspectiva tratamos de establecer que todos los aspectos productivos de la agricultura mantengan las condiciones de un ecosistema, minimizando los contaminantes y propiciando un escenario de producción donde se establece el equilibrio dado por las relaciones del clima, el vegetal y el suelo”, explica la especialista.

Algunos expertos ven, en el desarrollo de esta forma de aprovechar la riqueza de la tierra, una herramienta para detener el abandono del campo por parte de los pobladores rurales, ya que alegan que la agricultura orgánica genera cinco veces más mano de obra que la producción de soja, por ejemplo. De esa forma también, además de generar trabajo, permite al campesino conservar su forma de vida y su cultura. Al respecto, la agrónoma Arborno explica que “esta forma de producir demanda mucha mano de obra de todo tipo porque necesita gente para manejar muchas interacciones naturales” aunque aclara que «eso implica la necesaria capacitación de los trabajadores porque deben tener conocimiento sobre los ciclos hidrológicos, los períodos biológicos de las plantas y un concepto muy acabado sobre la biodiversidad para poder mantenerla.”

LO ORGÁNICO Y LO POPULAR

En nuestro país, faltan condiciones de acercamiento entre productores y consumidores para poder hablar de un consumo popular de alimentos orgánicos. “En las grandes ciudades –dice Myriam Arborno- hay una gran distancia entre lo que producen los campesinos y la oportunidad que tienen de colocar sus excedentes de producción en las góndolas de los supermercados.” Para la agrónoma, «la razón de la dificultad que tienen los labradores para comercializar sus productos orgánicos está en que a pesar de que los productos orgánicos tienen que ver con una mayor calidad de vida y una mejor relación con la naturaleza, en realidad, en nuestro país existen ciertos grupos que ven en la agricultura orgánica solo un provecho económico y lo transforman en productos de élite privativos sólo para sectores con poderes adquisitivos altos.” Sucede que los alimentos orgánicos tienen, al menos, un precio que supera en un 50 por ciento a los productos convencionales.

Por ello, la agrónoma explica que hoy en día, en nuestro país, los saludables productos orgánicos no tienen una presencia masiva en los escaparates de los mercados.

Sin embargo, Arborno cuenta que pese a ello, “existe trabajo y dedicación de colegas que trabajan en programas sociales donde aplican un enfoque agroecológico y de producción orgánica con los campesinos, mejorando prácticas y condiciones agroalimentarias, aunque eso todavía no llega a las ciudades”, comenta la especialista.

ORGÁNICOS A DOMICILIO

El Ingeniero Agrónomo Carlos Zárate es coordinador, en Córdoba y en el Gran Córdoba, del programa Pro Huerta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). El agrónomo explica que el fin del programa es que las semillas producidas por el INTA, sin adicionales químicos, lleguen a la comunidad de manera gratuita. “Nuestro proyecto –expresa Zárate- tiene su fundamento en cultivos enmarcados en la producción familiar y la agricultura orgánica, ya que promovemos un plan educativo, de tipo comunitario y totalmente libre de productos químicos”. Dentro del programa Pro Huerta, por ejemplo, se encargan de preparar repelentes para insectos o educan sobre la importancia de las rotaciones de cultivos y abonos orgánicos de la siembra. El coordinador del INTA explica que “estos son nuestros ejes para la producción orgánica que se desarrolla en el lugar que habitan las familias, por lo que todo tiene que estar basado en preparados caseros que sean inocuos. Los repelentes no tienen el fin de matar a los insectos si no de ahuyentarlos”, explica Zárate.

El especialista agrega que “a través de este programa intentamos mantener el equilibrio natural asociando la verdura, haciendo rotación de cultivos, aplicando abonos ecológicos y trabajando la huerta sin tener que recurrir ni siquiera a esos repelentes para las plagas”, concluye el técnico del INTA. Para el especialista “los pesticidas son riesgosos a la hora del consumo humano”.

HUERTAS ORGÁNICAS: TERMÓMETROS DE LOS TIEMPOS DE CRISIS

Carlos Zárate, asegura que en los periodos de crisis económicas se incrementa, notablemente, la demanda de semillas para la realización de huertas familiares: “Habitualmente, hay una demanda constante de semillas pero las solicitudes se incrementan cuando ingresamos en periodos de crisis como en el 2001. Ahora, que atravesamos esta crisis mundial, también notamos que hay algunos picos de demanda. Originalmente el proyecto Pro Huerta, fue creado para familias de escasos recursos que estuviesen por debajo de la línea de pobreza o en situaciones de indigencia. Pero, a veces –confiesan desde el INTA- es complicado aplicar el proyecto de realizar las huertas porque algunas familias no tienen incorporada la cultura del trabajo”. El agrónomo Zárate dice que “cualquiera puede venir a buscar semillas” y de hecho, “la gente que se ha quedado sin trabajo se acerca mucho, aquellos que han tenido un empleo pero hoy han quedado fuera del sistema por causa de la crisis económica”.

PRODUCTOS ORGÁNICOS DE ARGENTINA

Dulces, mermeladas, té, café, yerba mate, azúcar, vinos, maíz, trigo, lino, berenjenas, pepinos y pimientos, jugos de aloe vera, verduras, frutas, quesos, aceitunas, girasol, aceite, miel, polenta, arroz, lana de llama y de oveja patagónica, huevos, pollos y cerdos, entre otros.

Con estos productos, comienza a tomar importancia una -por ahora- curiosa especialidad dentro del mundo gourmet: la del “Bio-chef”, quien elabora sofisticados platos con productos orgánicos, exclusivamente.

EL VALLE ORGÁNICO

En una pequeña y bella localidad del norte de Córdoba se estableció desde hace unos años, un polo de producción orgánica que es referente en toda Latinoamérica. El caso de San Marcos Sierras aunó la voluntad de muchas personas que vislumbraron la importancia de producir sin contaminar en los espacios rurales.

Desde entonces, allí, en el marco de emprendimientos familiares se producen materias primas y alimentos seguros, sin modificaciones genéticas ni uso de agrotóxicos: un verdadero centro ecológico de producción agrícola.

ÉRASE UNA VEZ…

Hace once mil años, los humanos que habitaban el planeta comenzaron a domesticar plantas y animales. Cuando el hombre del neolítico habitaba cuevas comenzó a agruparse en pequeñas aldeas que le servían de reparo a cultivos y ganado. Entonces, las cosechas y la cría de animales comenzaron a cobrar importancia en la vida de estos primitivos agricultores.

Hoces para recoger los granos, palas de piedra afilada y ramas de árboles empleadas para levantar la superficie del suelo y prepararlo para la siembra fueron las herramientas de los “protoagricultores”.

Aunque los asentamientos neolíticos eran más estables que los campamentos de los cazadores, las aldeas tenían que trasladarse periódicamente en algunas áreas, ya que sus campos perdían fertilidad a causa de la sobreexplotación. Ya en aquellos tiempos, la limitación de la naturaleza comenzaba a manifestarse.

Desde entonces, la agricultura se transformó en un elemento vital para la supervivencia de la raza humana, combinando arte, conocimiento e industria para ocuparse de la explotación de plantas y animales para el consumo humano.

Esa fue la primera gran revolución humana relacionada con la agricultura, cuando el hombre dejo atrás la vida nómada -subsistencia que lo obligaba a recorrer grandes extensiones recolectando frutos y cazando animales- para establecerse en un lugar creando aldeas a orillas de los ríos junto a ovejas, vacas, cabras y cerdos domesticados.

En nuestro continente, nos beneficiamos con una tradición milenaria en las labores agrícolas, heredada de los incas, un pueblo de agricultores avanzados que desarrollaron estrategias para cada zona habitada, lo que les permitía obtener el máximo provecho de la tierra. Utilizaron terrazas de cultivo para aprovechar las laderas de los cerros, construyeron canales en zonas altas inundables y diseñaron sistemas de irrigación. También desplegaron tecnologías tales como un arado de pie para sus cultivos más importantes: la papa, el maíz, el ají, el tomate y el poroto. Además, domesticaron las vicuñas y alpacas por su fina lana y amaestraron guanacos y gansos.

 

1 COMENTARIO

  1. Cuidado! Hay conceptos que se han vertido en la nota que están errados, además, algunas afirmaciones no son aplicables de forma generalizada como aquí se lo indica.
    Soy productor orgánico de hortalizas. La producción orgánica no contempla la agroecología. La agroecología es la salida que el sistema ha encontrado para apropiarse de otra alternativa que contesta su lógica. Lo orgánico no permite el uso de productos de síntesis química, la agroecología si. Lo orgánico no fomenta grandes superficies sembradas, ni estas cubiertas por pocas variedades, la agroecología lo permite. Los productos orgánicos no necesitan ser sensiblemente más costosos que los productos de agricultura de síntesis. Yo comercializo toda la producción de mi hectárea de forma personal y sin intermediarios. Los productos que se exportan con el sello de orgánico deben presentar certificado de producción orgánica, lo cual si elitiza la producción. Entonces, surgen unas preguntas: si soy un pequeño productor (las pequeñas producciones son la base de toda la agricultura), necesito exportar mí producción?, necesito certificar mí producción si el mercado de consumo es el local?. No será que este esquema de costosas certificaciones, costosos procesos de exportación, costosas extensiones necesarias para la justificación de las elevadas inversiones, solo siguen siendo útiles para inversionistas que no salen del esquema extractivista y capitalista de un tipo de negocios? La producción orgánica es digna, posible, inclusiva, culturalmente responsable y rentable. Ejercitamos el espíritu crítico y no asimilemos sin digerir.

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