Desde 1997, un grupo de científicos apoyados por montañistas comenzaron la plantación de tabaquillos sin imaginar que, además de árboles, sembraban determinación y conciencia.

Germinaron semillas, plantaron y establecieron un cerco de 22 hectáreas para que estos árboles nativos conformaran un mágico bosque de esta especie que sólo sobrevive en ambientes de montaña. Hoy, actúan como protectores de las cuencas superiores de los ríos evitando la erosión de los suelos y transformando al macizo Los Gigantes en un colosal tanque para reserva de agua.

Sin embargo, durante mucho tiempo la actividad ganadera, el desmonte y los incendios han expuesto el suelo, agravando su degradación. Extensas áreas de cárcavas, rocas expuestas antes cubiertas por suelo, asoman en el paisaje. Suelos que se están perdiendo.

Durante dos días acompañamos a montañistas y científicos que nos permitieron entender la magnitud del trabajo que iniciaron en el macizo Los Gigantes, a 2100 metros de altura sobre el nivel del mar.

Estudio y perseverancia lograron que un mágico bosque no sólo naciera, sino que sobreviviera en la alta montaña. Entre murallas de rocas, conocimos los increíbles árboles que pueden poblar el “cielo” de Córdoba, pero también la historia de la restauración ecológica que es emblema y modelo en la provincia.

TABAQUILLOS EN LA NIEBLA

Los Gigantes fue declarado Reserva Hídrica provincial en el año 2001 y se encuentra en el extremo norte de las Sierras Grandes. Se formó hace más de 300 millones de años, es decir en la Era Precámbrica cuando el ser humano aún no había surgido en el planeta.

Mientras desafiamos el ascenso entre pendientes pronunciadas y laderas escarpadas, pastizales con roca expuesta por la erosión asoman en el paisaje. Farallones y peñascos podrían ser la escenografía perfecta de un film épico: conforman verdaderas murallas que se elevan y protegen en la cima a este bosque de tabaquillos.

La niebla esmerilando el escenario es un decorado inmejorable para que aparezcan las fantasmagóricas siluetas de las montañas.

Cada una de nuestras pisadas requieren respeto: durante cientos de millones de años el agua y el viento tallaron las formas de las rocas, los picos montañosos y formaron los valles. Cada paso que damos es un acto de fe para llegar a la cima.

 

LA SOCIEDAD DE LOS TABAQUILLOS

El proyecto “Reforestación de las Sierras Grandes” es una historia de voluntad y perseverancia: desde finales de los 90 hasta la actualidad decenas de personas siguen trabajando; no sólo plantan árboles sino que también prestan mucha atención a su supervivencia porque buscan detener el avance de las cárcavas que se llevan el suelo; sembrando y cuidando los bosques porque aquí se habla de restauración más que de reforestación; lo que implica un peldaño más arriba en la lucha por la conservación.

¿Qué hicieron en Los Gigantes el biólogo Daniel Renison y compañía? Primero produjeron plantines de tabaquillos, luego los subieron hasta la cima de la montaña y los plantaron.

Esto que parece el final feliz de una epopeya ambiental resultó ser sólo el inicio, porque al poco tiempo observaron cómo el ganado de campos aledaños devoraba el área reforestada. Así fue que decidieron dar un siguiente paso y con ello, un nuevo esfuerzo descomunal: transportar postes, varillas, rollos de alambres y herramientas trepando más de 2100 metros hasta la cumbre de la montaña para alambrar con la idea de que el ganado no pudiera ingresar al sitio que había sido reforestado. Desde entonces, el bosque de tabaquillos comenzó a prosperar. No bastaba con plantar, había que protegerlo de las vacas y cabras.

Carlos Lagger es nuestro guía. Junto a él Nino, un hombre de 73 años siempre sonriente y que -para nuestra envidia- trepa los peñascos con oxígeno de sobra: desafía la altura y los obstáculos del ascenso tarareando canciones, unas tras otras.

Ambos son miembros del Club Andino Córdoba (CAC), una institución que le dio cobijo al inicio del proyecto de restauración: “Para el CAC , la escalada, el montañismo y la ecología son tres puntos esenciales” comienza diciendo Lagger y comenta “…aunque siempre se le daba más importancia al montañismo y la ecología quedaba un poquito de lado”.

Cuando a fines de los´90 aparecieron los biólogos Daniel Renison y Ricardo Suárez por Los Gigantes, el Club Andino Córdoba le abrió las puertas al proyecto: pusieron a disposición su refugio en la cima de la montaña para trabajaran con mayor comodidad: “También los apoyamos subiendo hasta aquí los materiales que necesitaban: rollos de alambre, postes y varillas. Si había que poner el alambrado veníamos con el grupo de trekking a hacer el trabajo, lo mismo para la recolección de semillas. Desde los comienzos hasta hoy seguimos colaborando porque -añade Carlos Lagger- hemos visto este proceso desde sus inicios y hoy comparamos la superficie que está fuera del alambrado con la de adentro y uno dice ¡Esto vale la pena!”.

 

ASÍ EN LA SIERRA COMO EN EL SUELO: PROYECTO REFORESTACIÓN DE LAS SIERRAS GRANDES

Ayer cuando llegamos al lugar vimos un lecho de arena a unos metros del refugio del CAC, pero la lluvia de anoche avivó un arroyo que empezó a correr. En sus orillas, las gotas de agua se deslizan muy lentamente por las hojas de las plantas, mientras otras son retenidas por la vegetación.

Somos testigos de cómo florecen arroyos y vertientes entre las piedras. Acá, vemos como la montaña da a luz el agua. Nos damos cuenta que los arroyos y vertientes que florecen en el lugar son las venas y arterias que hidratan a nuestra provincia evitando que sea un desierto. En este paisaje nos prometemos no olvidar, cada vez que abramos una canilla, el maravilloso alumbramiento que presenciamos aquí arriba.

La fábrica de agua está frente a nosotros, mediada por la espesa niebla que también es capturada por la vegetación. Vemos como la montaña va pariendo vertientes por doquier. Definitivamente, vemos el milagro de los bosques transformados en esponjas que absorben el agua.

“Lo de las montañas como fábrica de agua es porque cuando llueve, nacen los arroyos y la llevan hacia los valles. Pero lo importante es el efecto esponja de los bosques, el agua que queda en este suelo y que es liberada de a poquito durante todo el año”, explica la bióloga Ana Cingolani actual presidenta de la Asociación Civil Ecosistemas Argentinos sentada en una piedra a unos metros mientras mira como contemplamos el espectáculo.

Eso es lo importante: que el líquido quede contenido en este suelo. Por eso, cuando acaba la época de lluvias -a partir de mayo- siguen bajando por los arroyos que lo llevan hasta los ríos, allá abajo. Nuestros estudios demuestran que lo más valioso para conservar el agua es el suelo, que la absorbe y conserva en paisajes como estos. Si no hay vegetación los suelos quedan desprotegidos y la erosión barre con todo”, sentencia la investigadora del CONICET.

Pequeños valles en buen estado. Parches de vegetación entre las rocas que amortiguan la bajada del agua: “lo importante es que quede retenida aquí”, insiste Cingolani.

Sucede que en los lugares con demasiada roca expuesta el agua baja muy rápido y se va como por un tobogán: “El dato concreto es que necesitamos un 40 % de nuestras montañas con más vegetación nativa, bosque de altura en buen estado de conservación”, remarca la científica que es autora del estudio La vegetación de las montañas de Córdoba a comienzos del siglo XXI: un mapa base para el ordenamiento territorial”.

Aquí arriba, a 2100 metros de altura, sólo pueden sobrevivir dos especies de árboles: el tabaquillo y el maitén: “Podrían formar grandes bosques pero la ganadería y los incendios no lo permiten”, dice la experta en vegetación montañosa.

El tabaquillo con su inconfundible porte colorado y su corteza que parece envuelta con papel es el rey de las montañas cordobesas. Pero como todo monarca tiene sus enemigos, porque además de vacas, cabras e incendios “las hormigas cortadoras son un importantísimo enemigo natural. Es probable que si no hubiera hormigas, estaría más abajo también”, explica la especialista.

 

EL ASEDIO DE LAS EXÓTICAS: PLANTAR PERO TAMBIÉN SACAR

«Observamos otro problema: es muy bueno restaurar bosques pero no sobrevivirán si no le prestamos atención al avance de las especies exóticas» sentencia Ana Cingolani y da cuenta que «la rosa mosqueta y la zarzamora ya están acá y si no estuviésemos sacándola todo el tiempo, este lugar estaría plagado de ellas porque es demencial su capacidad de invadir. En Calamuchita los campos están perdiendo valor porque, por ejemplo, los animales no pueden acceder al agua. Lo mismo está sucediendo con el Cotoneaster, que es como un grataeus sin espinas, en la Quebrada del Condorito», advierte la investigadora.

“Si queremos preservar el bosque nativo hay que sacarlas. No son compatibles, no conviven. Hay millones de pruebas y nosotros hicimos muchos estudios también”. Cingolani es tajante sobre este tema que la desvela desde hace años: “hay un avance descontrolado de las especies exóticas que compiten con las nativas al punto de acorralarlas. En las sierras bajas hay renovales de autóctonas que podrían repoblar los cerros pero el problema es que las exóticas no los dejan crecer».

Para la investigadora el tema de la invasión de exóticas es una realidad urgente porque compiten con las nativas de manera desigual; y el problema de fondo es que alteran la biodiversidad de nuestros ecosistemas, los ahogan y producen un silencioso y excesivo consumo de agua.

 

QUEBRADA DE LOS REFUGIOS

La historia es conocida: Daniel Renison comenzó a plantar tabaquillos en 1997, pero al poco tiempo el ganado que estaba en los campos vecinos los descubrieron y no les permitieron crecer. Fue entonces cuando Renison valoró que de nada servía plantar los árboles si no alambraba el lugar para que las vacas y cabras no se los comieran. Primero se basaron en observaciones y luego lo confirmaron con estudios. “El tabaquillo es muy apetecible, es como una golosina para las vacas”, dice Cingolani. Por eso, «antes de seguir plantando alambramos”. Pero no sólo ellas gustan de los brotes de tabaquillos: “después comprobamos que las hojas de estos árboles también eran las preferidas de las hormigas cortadoras”, agrega la científica.

El lote al que se refiere Cingolani es la llamada Quebrada de los Refugios. Caminamos hasta uno de sus límites y cruzamos el alambrado. Ana señala hacia ambos lados con sus brazos para que comparemos: a simple vista de un lado (adentro de la superficie alambrada) hay un bosque de tabaquillos y del otro (superficie sin alambrar) con esfuerzo se ven sólo dos pequeños ejemplares. Fueron plantados todos -los de adentro y los de afuera- hace 25 años. El biólogo Daniel Renison explica que “hicimos un ensayo: plantamos dentro y fuera de los límites de los alambrados que pusimos. Adentro hay un bosque y afuera sobrevivieron sólo 2 ejemplares que apenas tienen 60 centímetros de altura porque el ganado no los deja crecer”.

 

EL SEMBRADOR DE SEMBRADORES

Daniel Renison es el reconocido biólogo que inició la restauración. “Se me ocurrió porque había mucha erosión de suelos. Al principio pensaba que eran cárcavas estáticas hasta que empecé a ver que avanzaban perdiendo suelo y comencé a preguntarme qué estaba pasando en el lugar. La quebrada era muy bonita y teníamos la facilidad que brindaba el refugio del CAC para hacer todas los tareas”, explica Renison.

Cuenta el biólogo: «Seguimos hasta el día de hoy haciendo cosas aquí, después de 25 años, porque si abandonamos este lugar le va a pasar lo mismo que le pasa a todos los bosques en Argentina: desaparecen». Hoy, el ejemplo de Renison ha germinado en cientos de personas que llevan adelante reforestaciones y restauraciones en toda la provincia.

Buena parte del agua de la que nos servimos cuando abrimos nuestras canillas en las ciudades nace aquí, entre la vegetación nativa. Cada gota brota entre la niebla, vertientes, cascadas, helechos silvestres, musgos y líquenes resguardados por pastizales, tabaquillos y maitenes. Del líquido vital que corre desde algún mortero desbordado, fabricado por alguna familia de pueblos originarios que se refugió en los aleros y cuevas hace cientos de años, a 2000 metros sobre el nivel del mar, entre el vuelo de cóndores, zorros huidizos y pumas agazapados en la noche.

Cada una de las gotas que utilizamos distraídamente en nuestra vida cotidiana tiene por detrás miles de historias como ésta. Un ejemplo de cómo se pueden restaurar los ambientes con sabiduría, compromiso y perseverancia; sin trasvasamientos de ríos y acueductos entre provincias, sin obras faraónicas de enorme impacto ambiental que erosionan los suelos pero también los fondos públicos. El agua está en nuestras montañas. Sólo hay que querer cuidarla, como los integrantes del proyecto Reforestación de las Sierras Grandes.

 

 

 

5 COMENTARIOS

  1. Estoy sorprendida x Brillante dedicación y esfuerzo. Quiero participar y colaborar desde dentro. Si me acercan un contacto. Gracias

  2. Por ahí debe haber varios tabaquillos que contribuir para hacer plantines de los almacigos!!!

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