* Fotografía: Daniel Díaz Romero

Primero, será necesario tomar conciencia que la cobertura ecosistémica sufre como nuestra piel después que se quema. Se torna muy sensible, y si la manoseamos y pisoteamos, profundizamos la herida y le costará más cicatrizar.

Plantar árboles nativos puede ser un buen plan, pero justamente eso debe ser «un plan». Es decir, una acción planificada que deberá comenzar con un diagnóstico. Nos plantearemos qué, cómo, dónde y cuándo, para que nuestra iniciativa no se diluya con las primeras lluvias.

Principalmente, deberemos exigir políticas públicas de restauración de estos ambientes que cada año se degradan más, y saber que la reforestación es una herramienta de restauración ambiental, pero no la única.

* Fotografía: Daniel Díaz Romero

Podremos hacer mucho más que plantar árboles nativos, solamente.

En primera instancia, el sitio afectado por el fuego debe cicatrizarse para que el árbol plantado pueda sobrevivir. Debemos impedir que dementes vuelvan a quemar el mismo lugar, proteger los renovales de nativas del ganado, usar los árboles quemados como perchas semilleras, evitar el sobrepisoteo humano, extraer las exóticas que siempre aprovechan la oportunidad posfuego para avanzar, frenar la erosión hídrica con pequeñas obras de piedra y sembrar in situ pastos nativos.

Luego que logremos todo esto, será exitosa una plantación de nativas en el área incendiada.

Finalmente -lo que es muy importante- antes de plantar será necesario definir correctamente cuáles son las especies nativas pioneras del sitio a intervenir.

 

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