Los seres humanos han extraído minerales de la tierra desde tiempos remotos. Los babilonios, asirios y bizantinos tenían minas de cobre y plomo hace miles de años.

A partir de la revolución industrial nacida en Gran Bretaña a mediados del siglo XIX, los minerales fueron extraídos y utilizados en cantidades mayores. La producción de un solo anillo de oro de 18 quilates que pesa menos de 29 gramos genera como mínimo 20 toneladas de desecho minero.

Desde el siglo pasado, la extracción de metales es motivo de cuestionamientos en todo el mundo: casos de envenenamiento de comunidades enteras en Tailandia y el crecimiento de los niveles de pobreza en Birmania a partir del descubrimiento de rubíes, zafiros y jade. En Colombia, los impactos sociales y ambientales de la explotación carbonera, en Nicaragua las denuncias contra mineras acusadas de derrames de cianuro y la biodiversidad africana amenazada por las actividades extractivas son solo algunos de los ejemplos de los cuestionamientos hacia las metodologías de explotación minera.

un solo anillo de oro de 18 quilates que pesa menos de 29 gramos genera como mínimo 20 toneladas de desecho minero

En nuestro país, a partir de la década del ’90, los gobiernos dispusieron políticas que alentaron la explotación de minerales, en algunos casos, atravesando situaciones escandalosas.

La minería es el conjunto de actividades referidas al descubrimiento y la extracción de minerales que se encuentran debajo de la tierra. Este proceso incluye etapas como la prospección y explotación, transporte, procesamiento y consumo. Estos elementos inorgánicos pueden ser metales -como oro y cobre- y no metales -como carbón, amianto y grava-.

Hasta mediados del siglo XX, la minería subterránea fue el método más común para extraer yacimientos masivos pero pasada la Segunda Guerra Mundial el desarrollo de poderosas maquinarias permitió el movimiento de enormes cantidades de materiales que promovieron la explotación de minas a cielo abierto. También, tomó fuerza la minería por lixiviación que consiste en la aplicación de productos químicos para filtrar y separar el metal de los restos de los minerales, como en el caso del uranio.

Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón y Europa consumen el 66% de la producción anual de los minerales más importantes, aunque sus habitantes solo representen el 15 % de la población mundial. Contrastando con ello, los doce Estados más dependientes de minerales del mundo -concentrados en África – son muy pobres.

Los defensores de la actividad señalan que la minería es necesaria para suministrar diversos bienes a los seres humanos y que la humanidad necesita cantidad de minerales para satisfacer algunas de sus necesidades. Admitiendo lo anterior, una de las premisas que enuncian los sectores críticos a la explotación minera es que los pueblos que viven en las regiones ricas en minerales deben tener la capacidad de tomar decisiones acerca del funcionamiento de estos ciclópeos emprendimientos en sus territorios.

PLATA Y ORO

El nombre de nuestro país, proviene del latín argentum, que significa plata, un metal que se extrae de las rocas y que es muy apreciado desde siempre.

En los últimos años, luego de una histórica presencia en el continente africano, la mega-minería – asociada a guerras, tiranías y esclavitud- se presenta como una oportunidad de desarrollo y generación de riquezas en América del Sur. En nuestro país, la Ley de Inversiones Mineras promulgada en la década del ’90, incentiva la actividad y estimula el ingreso de capitales destinados a la explotación mediante beneficios impositivos y estabilidad fiscal por 30 años. Según el Decreto de Necesidad y Urgencia 417/2003 al Estado argentino le queda un escaso 3% del valor del mineral extraído. Más aún, cuando los minerales se exportan por puertos patagónicos se beneficia a las empresas mineras con el reintegro del 5% por lo que el país pierde un 2% más.

Tal vez, los primeros en señalar los aspectos altamente nocivos de la actividad metalífera en nuestro país fueron los habitantes de una pequeña localidad chubutense, hasta entonces poco conocida. Esquel, es una bellísima ciudad de poco mas de 30000 habitantes que –tras una larga batalla- en marzo de 2003 y acompañados por resoluciones judiciales celebraron detener las actividades de la empresa canadiense Meridian Gold, que se proponía obtener oro dinamitando 42000 toneladas de roca por día, de las cuales se molerían 3000000 de kilogramos que se reducirían a polvo para tratarlo luego con cianuro de sodio disuelto en agua.

Así, Esquel ocupó la tapa de los periódicos nacionales durante varias semanas y, a partir de aquel hecho, los argentinos descubrimos que existían empresas extranjeras con subsidiarias nacionales que exportaban nuestros recursos no renovables a un alto costo socio–ambiental. Luego del alerta producido en Esquel, organizaciones no gubernamentales pusieron bajo la lupa la explotación de los yacimientos auríferos Bajo La Alumbrera, en Catamarca, y Cerro Vanguardia en Santa Cruz. En San Juan, tras una investigación realizada por el Consejo de Minería local, en el yacimiento aurífero Lama se encontraron residuos tóxicos enterrados en la alta montaña y, según ese organismo, la compañía canadiense Barrick Exploraciones Argentina S.A. no cumplía los compromisos asumidos en materia de impacto ambiental.

En la provincia de Catamarca, hoy continúan las denuncias por filtraciones en el dique de cola del emprendimiento aurífero de Bajo La Alumbrera que provoca la contaminación por drenajes ácidos de la cuenca del río Vis Vis poniendo en peligro la reserva de agua más grande del norte argentino, afectando además a Santiago del Estero y Tucumán.

El cineasta y diputado electo Fernando “Pino” Solanas se ha trasformado en un referente del tema y en diálogo con Sala de Prensa Ambiental opina que “la minería es un tesoro que para Argentina representa recursos que superan los 200 mil millones de dólares repartidos en 4500 km. de cordillera y de sierras” y agrega que “es una riqueza monumental que estamos regalando y, a la vez, esa mega-minería es altamente contaminante. Nosotros pediremos en el Congreso la prohibición de la minería a cielo abierto que utiliza cianuro porque es devastadora y contaminante y con eso hay que acabar”, concluye Solanas.

LAS MINAS POR DENTRO

La apariencia de las minas a cielo abierto es la de terrazas dispuestas en grandes fosas -anchas y profundas- rodeadas de un paisaje carente de recursos vivos.

La operación suele comenzar con la remoción de vegetación y suelo, luego se dinamita extensamente y se remueven la roca y los materiales que se encuentran por encima de la mena hasta llegar al yacimiento, donde vuelven a dinamitar para obtener trozos más pequeños.

Por su parte, las canteras son minas de superficie muy semejantes a las de cielo abierto, pues el resultado final de su explotación es también un paisaje desolado con profundas zanjas en anchos escalones. La agresión al medio ambiente que por si misma genera este tipo de minería se agrava por su proximidad a las zonas urbanas, pues se busca reducir los gastos de transporte para lograr mayor rentabilidad. Por esto, la minería es una actividad que se asocia a la deforestación y a la degradación de los ecosistemas naturales.

LA EXPLOTACIÓN MINERA EN CÓRDOBA

“La explotación minera en Córdoba está produciendo graves consecuencias ambientales y culturales.” Así lo señala la bióloga Daniela Tamburini del Centro de Ecología y Recursos Naturales Renovables (CERNAR) de la Universidad Nacional de Córdoba. La reactivación de la obra pública y de la edificación aumentó la demanda y la provincia se transformó en la segunda región con mayor producción minera del país: explota 15 millones de toneladas anuales, lo que se traduce en $146 millones. El empresario Hugo Apfelbaum, de la Cámara Empresaria Minera de Córdoba (CEMINCOR) reconoció que: “Los mineros tenemos que hacer nuestra autocrítica”. La bióloga Tamburini dijo a Sala de Prensa Ambiental que “la minería es una de las actividades que más afecta el patrimonio natural y paisajístico” y explica que entre sus impactos ambientales se incluyen: alteración del suelo y del curso de los ríos, deterioro de la calidad de aguas subterráneas, destrucción del ecosistema en el área de explotación; peligro de derrumbes, ruidos y vibraciones; producción de polvo, humo y gases nocivos; pérdida de bienes culturales y conflictos con pobladores locales por el uso del suelo. Los especialistas señalan que la minería es una actividad que debe ser controlada estrictamente en todas sus etapas, desde la prospección y explotación hasta el transporte, procesamiento y consumo.

El Lic. Roberto Miró, tiene 45 años de experiencia en el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR) y dijo que“hay que atacar a la naturaleza para arrancar el mineral de la tierra, no existe otra forma de hacerlo” y explica que “nuestra responsabilidad es lograr que no termine en un desastre, porque no es secreto que muchas veces la minería hace eso. Afortunadamente, el ambientalismo exige cada vez más”, admite el especialista del organismo nacional.

EL FANTASMA DE LOS GIGANTES

El cerro Los Gigantes, ubicado en el Valle de Punilla cordobés, tiene una altura de 2380 m y es el segundo más alto de la provincia. Allí permanecen las instalaciones de un Complejo Minero-Fabril que dejó de operar en 1988, en donde se extraía uranio. En el lugar hay acumuladas 2.400.000 tn de colas de mineral, 1.000.000 de tn de minerales de canteras, 600.000 tn de minerales marginales y 145.000 m3 de efluentes líquidos: un gigantesco depósito de residuos contaminantes como el uranio, el radio, el manganeso y ácidos, por citar solo algunas de las sustancias de un largo compendio que envenenan el lugar. Un vademécum de elementos químicos, fruto de los pocos años de explotación minera y de actitudes non sanctas de una empresa privada que actuó bajo la inoperancia del Estado nacional y la indiferencia de los organismos provinciales. En el medio de todo ello, los habitantes de Punilla, reclaman una solución definitiva desde hace tres décadas. En 1998, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), asumiendo sus crónicas deficiencias presupuestarias para tratar los contaminantes del área, decidió buscar financiamiento internacional a través de créditos del Banco Mundial y su Programa de Restitución Ambiental de las Minas de Uranio (PRAMU). Así, el Estado se haría cargo del pasivo ambiental y económico de la empresa que trabajó en el lugar. Pero el temor de los pobladores se vio agravado porque, en el proyecto de remediación que proponía la CNEA, programaban volcamientos de residuos provenientes de Los Gigantes en arroyos y ríos de la región.

Hace más de una década, los vecinos y ONGs enviaron una nota a la Secretaría General de la Gobernación manifestando que habían hallado sulfato de calcio en los cursos de agua, y ese compuesto solo podía provenir del complejo Los Gigantes, claro indicio de que se realizaban volcamientos clandestinos de líquido contaminado. De mas está decir que nunca hubo respuesta desde el gobierno al reclamo de los pobladores.

EL COLTAN, CELULARES Y MUERTE

El coltan es muy utilizado por las nuevas tecnologías de la comunicación. Se trata de los minerales columbio y tantalio que en la naturaleza se presentan asociados. El tantalio es un metal raro, muy resistente a la corrosión, a las altas temperaturas y es un excelente conductor de electricidad y calor. Por ello, el coltan es utilizado en los microchips de las baterías de los teléfonos celulares para prolongar la duración de su carga y a esa propiedad se agrega que su extracción no requiere grandes costos. Si bien se extrae en Brasil, Tailandia y Australia, en África residen el 80% de los yacimientos en los que 10000 mineros pululan a diario en territorios ocupados desde 1998 por los ejércitos de Ruanda y Uganda. En la zona, se conformaron una serie de empresas asociadas a capitales transnacionales, gobierno local y fuerzas militares estatales o guerrilleras en una disputa por el control de la región para la extracción del coltan.

 

 

 

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